Mi Vivencia

Alegría...
Muchas veces esperamos que algo genial nos pase para alegrarnos el día...un regalo! ganar un sorteo! encontrar plata! recibir ese llamado esperado...y miles de excéteras que provienen del afuera. Eso es maravilloso que pase, y podemos crearlo por supuesto...pero qué pasa si comenzamos a generar la alegría primero, sentimos esa emoción tan gratificante por dentro y dejamos que crezca y crezca y empiece a invadir nuestro corazón, nuestra mente y nuestro espíritu... entonces SOMOS alegría, y el día ES alegría y todo se transforma a nuestro alrededor. Lo Intentamos?



DE POLVORITA Y CALEFONES

¡¡No te enojes!! ¡No seas mala! me decían. Y para mí era peor. Y el enojo subía, la cara se enrojecía y la explosión era inevitable. Entonces venía el chirlo, el encierro en la pieza, o la clásica ducha de agua fría.
Perder en un juego, los “no” generalizados (no te dejo, no se puede, no vas, etc.), las comparaciones (odiosas comparaciones), los retos, llegar tarde, que lleguen tarde, que no lleguen, que no escuchen, que no entiendan, que no presten, prestar y que no devuelvan, no encontrar algo, que algo se rompa y que algo no salga según lo planeado, levantarme tarde, que llueva, que salga el sol…y oh Dios! Otra cana.
Bien ganado el mote de “polvorita” o “calefón”. Y bueno, lo trae en los genes; es igual al padre (zas! culpable). Con eso y una buena zunda se terminaba el tema. No sé si alguna vez les pasó, pero yo no sabía qué hacer con mi adorable enojo, mientras se volvía un rasgo de mi personalidad.
Así las cosas un día leyendo sobre Raya Yoga (Yoga de la Mente) de Swami Vivekananda, subrayé en fosforescente lo siguiente:
“Constantemente oímos “sé bueno”, y “sé bueno”, y “sé bueno”, enseñado en todas partes del mundo. Raramente hay algún lugar de la tierra en donde se encuentre un niño al cual no se le haya dicho “no robes”, “no mientas”, “no seas malo”, pero nadie dice al niño como puede evitar hacerlo. El mero hablar no lo ayuda. Nosotros no le enseñamos cómo no robar, cómo no enojarse, simplemente le decimos no hagas esto y no hagas aquello. SOLO CUANDO LE HAYAMOS ENSEÑADO A CONTROLAR SU MENTE LE HABREMOS PRESTADO UNA REAL AYUDA…Si controlamos la mente, naturalmente SENTIMIENTO Y VOLUNTAD estarían bajo control. DEBEMOS FORTALECER NUESTRA MENTE HASTA LOGRAR IGNORAR NUESTROS SENTIDOS.”
Guau. Me dije. Si hubiese aprendido esto de chica…cuantas cosas en mi vida hubieran cambiado! Pero no es tarde. Nunca es tarde si se tiene la voluntad de hacer algo por uno mismo. Entonces emprendí el camino… primero aprender a reconocer la sensación, aceptarla y dejar que llegue hasta que se instala y finalmente poder decir “estoy enojada”. Identifico, me reconozco, y observo cuánto tardo en salir de ella…y cuanto tiempo más me sigue afectando. No es fácil, son samskaras (huellas mentales) tan repetitivas que se transforman en reacciones reflejas.
Pero, si llevamos la atención correcta a la emoción, lograremos primero disminuir el tiempo en que nos afecta: un día, 10 horas, 5, 2… hasta que sólo sea el enojo inicial, y luego (todavía me cuesta mucho esta parte!) poder adelantarnos y evitarlo.
Estos pasos los podemos realizar con cualquier emoción destructiva (como yo les digo, porque me destruyen a mí y a los que me rodean) o negativa; celos, envidia, egoísmo, miedo, ansiedad… con fuerza de voluntad y mucha atención mancomunadas, lograremos liberarnos de tantas cargas densas.
Y sí, muchos chirlos me hubiese evitado, pero en esos tiempos… ¿quién hablaba de controlar la mente? Sólo esa gente rara de la India… ahora que lo sabemos, podemos ponerlo en práctica. Y, sobre todo, enseñarlo a nuestros niños.
Y Eso es Yoga.
(N.B)



UNA CLASE de YOGA:

Si tomamos las clases de Yoga como cualquier tipo de gimnasia común, es decir: una hora o dos horas semanales donde entrenamos nuestra resistencia, fuerza, flexibilidad y al terminar volvemos al estado anterior de stress y agotamiento físico y mental por el trajín diario.... nos estamos perdiendo de mucho. De casi todo, diría yo.
Al principio no entendemos bien qué extraer de esas clases donde nos mantenemos estáticos en posturas extrañas, donde nos hacen respirar en forma "rara" a la que no estamos acostumbrados, en donde no podemos hablar con el compañero y nos dicen que retraigamos los sentidos...y eso como se hace?
Nuestro ego quiere, en la primer clase saber para qué hacemos esto... y esto me va a "estilizar"? me hará "adelgazar"? Me sacará las contracturas? Llegaré con las manos al piso en la próxima clase? Notaré los cambios en un mes? Él siempre queriendo tener el control...
Si logramos superar esta etapa y nos dejamos llevar por ese "algo" que nos hizo acercarnos a una clase de yoga, y nos damos el tiempo para ir experimentando cada parte de la clase, desde la toma de conciencia inicial, el canto del om, las posturas (vivirlas, sentirlas), la respiración, la relajación... nuestra mente se irá abriendo a un mundo nuevo de sensaciones donde la mecanización no existe, donde cada día descubrimos algo nuevo sobre nosotros, donde nos recordamos como seres emocionales dentro de un envoltorio físico, donde nos reencontramos con nuestra esencia que no es más que calma. Y es aquí donde comienza una verdadera transformación, física y mental.
Y si logramos ir más allá y nos damos cuenta que podemos trasladar el yoga a nuestra vida diaria, esto es: llevar la atención correcta a cada acción del día (así como lo hago en cada activación de mis músculos en un asana), tomar conciencia de mis emociones (cómo estoy en este momento?) de cuales son mis reacciones diarias ante los sucesos cotidianos.... vamos a comenzar a VIVIR el Yoga en su esencia.
Porque Yoga es eso, vivir cada momento estando presente, con la atención correcta en nuestro cuerpo, mente y espíritu. Y así comenzar a disfrutar de este camino en la densidad física y encontrar la felicidad que tanto anhelamos.
(N.B)

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